RESPINGOS
Allá en
el horizonte de la oscuridad, donde el mundo se confronta conmigo dialécticamente,
mi sombra se ufana de su invencibilidad, mientras mis Rolismos conspiran
tratando de ser ellos mismos. A veces, parece que la oscuridad no tiene compasión
ni siquiera misericordia, porque sus látigos caen sobre mí con llamas de fuego.
Entonces, mi pusilanimidad se hace evidente y mis gritos desconsolados hacen
escuchar su eco en el vientre de la
oscuridad. Mi sombra parece, desaparece y aparece. Es una sombra diferente a la penumbra,
porque cubre todos los Rolismos, que a veces se bifurcan y otras veces se
imbrican para construir una representación, una metáfora, una historia
narrativa. Es una sombra vivaz, se llama Rolicidad. Otros seres son incapaces
de concebirla, porque solo existe como un constructo mental, por eso es
inamovible y solo se convierte en una sombra a través de unos respingos llamados Rolismos. Éstos son los que
experimentan el terror de la oscuridad, del vacío, de la ceguera, porque ellos,
muchas veces, llevan dentro de sí una mácula gigantesca. Su visión periférica
se atrofia de vez en cuando. La oscuridad nunca llega de frente, siempre llega
por los costados.
Ayer
conversé con los Rolismos. Se encontraban palúdicos, tristes, embriagados,
vanidosos, altaneros, narcisistas e ilusionistas. Les escuché con una atención
inusual, porque los efluvios de sus voces me invitaban a contemplar la
hermosura del silencio. Me narraron su historia, me contaron las peripecias de
sus viajes y me dijeron que siempre han intentado ser vigías. Así como la vida,
la oscuridad también es una situación.
Después
de unos minutos de haber conversado, me invitaron a sentarnos sobre unos
cúmulos de tierra para mirarnos y crear juntos otra historia, otro discurso,
otra narración. Con una voz sugestiva me dijeron: si miras atrás todavía
notarás los escombros de la oscuridad, porque ésta cada día se convierte en una
luz sempiterna. A la gente buena siempre nos pasa algo, me dijeron irónicamente
y murmuraron: la oscuridad nos ayuda a concebir la luz. Nos miramos fijamente y
tuve la sensación que trataban de evitar
una realidad palpable, porque sonreían a cada palabra y con una voz contagiosa
y melodiosa decían: grandes tiempos aquellos, inolvidables, fascinantes. Me
paré y como tratando de hacerles conscientes de la consciencia, les dije: no
encuentro ninguna coherencia y hasta cierto punto me parece una situación
frívola. Me miraron, no dijeron nada, solo se insertaron en un mundo de
carcajadas. Después de unos minutos, me preguntaron: ¿has visto la luz? Sin una
sombra de duda, les dije: no he visto la luz, tampoco la oscuridad. Con una voz
beligerante me dijeron: nosotros la construimos y solo existe una manera: la
autoironización.
Comments
Post a Comment