EN EL MISMO LUGAR, LOS PERROS LAMERÁN TU SANGRE
Los
eventos que ocurren a nuestro alrededor, a simple vista, parecen demasiado
complejos para ser comprendidos y descritos, analizados, pero es precisamente
esta complejidad la que nos permite adentrarnos en una búsqueda constante de
comprensión. Entonces, dedicamos algunas horas o minutos de nuestro tiempo a la
búsqueda de diferentes mecanismos: conversar, leer, investigar, preguntar,
contemplar o reinventar discursos y relatos.
Tanto
en el mundo como en nuestro país somos testigos de sucesos y situaciones, a veces, paralizantes que nos
dejan atónitos, impotentes, boquiabiertos, entumecidos. Yo, un día pensando y
contemplando estas circunstancias decidí abrir una biblioteca, un libro
conocido como Biblia. Y es que no puedo no concebir una luz, una iluminación
para otorgar sentido a este mundo, a
veces, sin sentido.
Empecé
a leer el Antiguo Testamento y lo hice con una velocidad considerable, sin
tomar mucho tiempo para masticar algunos relatos, pero por alguna luz
providencial me topé con una historia realmente encapsuladora e inmediatamente,
pensé en las circunstancias que vive mi país. No he encontrado, felizmente, una
solución, sino un ápice de luz para seguir pensando y tratando de comprender
éstos eventos, aquéllos eventos.
Es una
historia, relativamente, larga, pero plasma, en muchos casos, nuestras
emociones, acciones, actitudes más primitivas. No voy a contar la historia
letra por letra, pero sí describiré los puntos más significativos que me permitan,
de alguna manera, traslucir mí, posible, mensaje.
Había un hombre llamado Nabot, éste tenía
una viña junto al palacio del Rey Ajab. Cierto día le dice el Rey a Nobot:
déjame tu viña, ya que está cerca a mi casa, yo te daré una mejor o te pagaré
como es debido. Nabot respondió: líbreme Dios de vaya yo a dar la herencia de
mis padres. El Rey se fue a su casa triste y enojado, entonces, su esposa al
verlo así le preguntó qué es lo que le pasaba y éste respondió que estaba
conversando con Nabot para que le vendiera su viña pero Nabot se negó. Frente a
esto la esposa, Jezabel, conestó: yo te daré la viña de Nabot. Jezabel,
entonces, escribió cartas a los tribunales y a los ancianos diciendo que Nabot
ha maldecido a Dios y al Rey, que lo echen fuera de la ciudad y lo apedreen
hasta que muera. Los ancianos obedecieron las órdenes de Jezabel, hicieron
sentar a Nabot frente al pueblo y los malvados lo acusaron diciendo que había
blasfemado a Dios y al rey, lo hicieron salir de la ciudad y lo mataron a
pedradas. Jezabel, se enteró que Nabot había sido muerto y dijo a su esposo
Ajab: levántate, toma posesión de la viña de Nabot, pues ya no vivo, ha muerto.
Ajab, bajó a la viña de Nabot y tomó posesión de ella.
Después de esto, Yavé habló diciendo: ¿Así
que después de matar te adueñas de la herencia? En el mismo lugar en que los
perros han lamido la sangre de Nabot, lamerán la tuya y los perros comerán a
Jezabel en el campo de Jezrael.
Esta es
la historia, una historia actual, peruana. Un relato que nos permite ver la
“maldad”, la utilización de maniobras y estrategias inventadas para destruir al
Otro. Esta es la historia de la intolerancia, es decir, no permitir que los
otros también decidan o que tengan opiniones diferentes a los demás. Esta es la
historia del aniquilamiento del Otro, no
solo hay que quitarle sus herencias, sino también matarlo. En nuestra sociedad
peruana se inventan historias para desaparecer a las minorías y frente a las
mayorías las hacemos culpables de blasfemias y delitos que nunca cometieron. La
voz del pueblo, de los ancianos, en muchos casos, es peligrosa. Por eso algún
pensador dijo que cuando se está con la mayoría hay que detenernos a pensar.
Creo
oyente o lector puede escoger el mensaje que mejor le plazca porque la
historia, contada líneas arriba, no se agota en unas líneas. Yo no creo que
Dios castigue porque de lo contrario
dejaría de ser Dios, el castigo es humano, pero sí creo que es necesario pensar
en lo que Yavé dijo después que Nabot fue muerto: en el mismo lugar en que los perros han lamido la sangre de Nabot,
lamerán la tuya y los perros te comerán en el campo.
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