DISTANCIAS CERCANAS


Aquel pueblo que grácilmente me cobijó en sus entrañas virginales por muchos años, siempre aparece en el panorama de mi memoria como un rincón de concordia, de atención, de descanso, de conversaciones francas y es precisamente en esta reminiscencia que mi vigorosidad se convierte en fragilidad. Todo me habla: los árboles, las plantas, los caminos, los silbidos, las miradas, los saludos, las carcajadas, la lluvia y todos aquellos acontecimientos para los que el lenguaje resulta muy pobre al intentar describirlos.
Es un pueblo pequeño, pero inmenso. La distancia entre una casa y otra geográficamente es lejana,  pero todos nos conocemos, nos saludamos, nos miramos, nos prestamos cosas, sabemos en qué momento ésta  u otra familia vive triste o alegre.
Este pueblo es Romero. Romero es una planta. La historia cuenta que hace muchos años atrás existía una exuberante plantación de dicha planta en el espacio donde años después se construyó la escuela primaria.  Y por alguna razón del destino decidieron que este espacio geográfico fuese llamado Romero. Allí viví hasta los dieciséis años, estudié primaria, secundaria y luego salí de mi pueblo en busca de otros mundos. La vida es un viaje y generalmente es un viaje a uno mismo.
Cada mañana la gente se levanta  muy temprano, preparan su comida, la comparten y luego se dirigen a sus chacras, si el clima lo permite. Cuando la lluvia es fuerte, no se puede salir de la casa, entonces, es una oportunidad para conversar en familia,  para contemplar y disfrutar de la lluvia. Los  caminos empedrados, algunos, se convierten en recipientes de agua y barro. Entonces, se hace necesario unas botas de jebe, un poncho, un sombrero, aunque últimamente, estas costumbres,  paulatinamente, van cambiando.
Romero por un cuestión de organización está dividido en dos sectores: Romero alto y Romero bajo. En la parte baja hay una pequeña plazuela y alrededor algunas casas cercanas entre sí. Este es el punto de encuentro cada vez que se organiza algo como comunidad. Mi familia vive en la parte alta donde yo viví años inolvidables y fui testigo de odios, peripecias, situaciones procelosas, pero también alegrías indescriptibles. Recuerdo, a través, de la ventana de mi memoria, antes que la plazuela fuese construida, cada día después de terminar mis clases en secundaria, bajaba, alegremente, a jugar fútbol y a reírme con amigos, conocidos, promociones. Siempre me sentí querido por la gente y muchos de ellos me brindaban bastante cariño y yo en lo posible traté de no defraudar esa generosidad incondicional.
Siempre tuve pocos amigos, no por ellos, sino por mí. Generalmente, la gente prefiere personas divertidas y yo no soy divertido, generalmente, la gente opta por personas que sonrían a cada palabra que ellos dicen y yo no sonrío. Generalmente, la gente busca personas que estén de acuerdo con ellas y yo casi siempre estoy en desacuerdo, generalmente, la gente prefiere personas que estén dentro de la mayoría y yo siempre he estado dentro de las minorías.
Así pasan los días en mi pueblo. La gente camina largos trayectos, algunos de ellos silbando, deteniéndose en el camino para tomar un respiro o para levantar su mirada y divisar allá en las faldas de los cerros sus chacras de arveja, trigo, papas.
Sin duda alguna, intento describir un ápice de lo que realmente significa narrar las historias de éste pueblo que preñado de regocijo y júbilo me recibe de vez en cuando.

Fénix!!!

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