BUSCANDO REDENCIÓN

 


Buenos días, le dije, benevolentemente. Me respondió con una voz pausada, pero cristalina. Nos sentamos y casi por ensalmo le pregunté ¿Cómo se sientes? Sin pensarlo mucho, respondió: ahora me siento mucho mejor que antes, pero tengo tantas cosas, en mi cabeza, que la siento pesada y no me permiten estar tranquila. Yo, repliqué ¡tantas cosas! Ella, sin un ápice de duda, añadió: sí, muchas cosas que me perturban, camino un tramo y siempre vienen a mi cabeza, no puedo sacarlas, tengo ganas de morir. Yo, encapsulado por estas expresiones, solo la miraba, mientras ella, con gran fervor relataba sus historias de vida. Ya había transcurrido más de una hora. Después de unos minutos, le agradecí por su tiempo y apertura para narrar sus mundos internos. Ella se quedó en el Centro de Salud Mental y yo me fui para escuchar y conversar con otras personas.

Mientras caminaba bajo el sol, a veces, asfixiante, iba pensando sobre aquellas expresiones. Obviamente, en las líneas anteriores, solo describo aquellas frases que me permiten escribir este artículo, pero, hubo más expresiones y por ende más información. Mi mente también empezaba a lidiar con muchas cosas, pero la frase que martilleaba, a cada momento, mi mente y corazón, era aquella que contenía sinsabores y sabores de fragilidad, vulnerabilidad, valentía: ¡tengo ganas de morir!

¡Tengo ganas de morir! en este caso, no significa ninguna ideación suicida o tener un plan para morir. Esta frase, es la expresión viva de una mujer que se siente atormentada, impotente, frustrada, vulnerable y agobiada. Siente remordimiento y nostalgia frente al pasado, frente a aquellos recuerdos ingratos de su vida. La frase es el grito de una mujer que necesita autorrealizarse y vivir tranquila consigo misma y con los demás. Es la búsqueda constante de redención para seguir viviendo, porque ella sabe que ese deseo le permite seguir caminando y pensando sobre sí misma.

Solo me atrevo a formular algunas palabras sobre aquella frase, porque creo que es una expresión amplia y compleja, además, se presta para ser analizada desde diferentes perspectivas. Entonces, ahora me gustaría añadir algunas ideas de lo que me impresionó de aquella conversación. La señora con la que conversaba, era muy leída, tenía bastante información, conocía muchos temas, usaba un vocabulario prolijo y sus respuestas eran bastante elaboradas y contaba sus historias con gran ahínco y pasión. En algunos momentos, de la conversación, se mostraba bastante afligida y desesperada.

Un minuto antes de despedirnos, con una sonrisa irónica, me dijo: joven, por favor, anote, en su cuaderno, todo lo que estoy contando, porque, en algún momento, le van a preguntar sobre mí. Yo la miré, afablemente, y le contesté: señora, no se preocupe, he anotado cada palabra, cada frase con gran entusiasmo. Ella, replicó: pero mientras tanto, no le enseñe a nadie, joven. Yo, le contesté: descuide, señora, este cuaderno es una Biblia viva. Hasta luego.

Me hubiese gustado volver a entrevistarla, otra vez, pero las circunstancias, no lo permitieron. Entonces, solo me queda recrear aquellos momentos.

 

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