SOLO UNA CARCAJADA

LA PATRIA QUE CONCIBO

Aquellos estados y orígenes prístinos sonríen al unísono de una mirada o de un par de brazos que alegremente se abren para acogerme cada vez que llego a este pedazo de suelo, mi pueblo, mi terruño, mi cuna, mi embeleso. Es una experiencia indescriptible saber que alguien espera en el otro lado, probablemente de la vida, con palabras y gestos pletóricos de cariño y benevolencia: te vimos de nuevo, hemos estado contando los días de tu llegada, siempre pensamos en ti. Estas frases no hacen más que resonar cada día en lo profundo de mi ser para construir nuevos espacios de satisfacción y algarabía que continuarán impertérritas a través de la vida. Y es que en estas expresiones también encuentro el desfile de los recuerdos que todo momento hemos compartido y prodigado unos a otros sobreponiendonos a la preocupaciones pueriles que muchas veces se ciernen alrededor del hombre.

Por eso cada vez que llego a mi pueblo me siento en el Tabor de los vínculos vinculantes, llenos de sinceridad como aquellas sonrisas que se entregan completamente y lejos de todo pasionismo. Es así cómo nuestras caminos van aprisionando la tranquilidad para que nuestras vivencias no sufran algun tipo de menoscabo en el discurrir de la vida.


Es plausible pensar que somos el fruto de lo que traemos y de lo que vamos adquiriendo en la vida, pero es mucho más transcendente pensar que los individuos humanos también vamos construyendo convicciones, creencias, razones dentro de un mundo interno que luego se transforma en discurso, en historia, en percepción, en interpretación. Es una necesidad humana imprescindible encontrar una interpretación dentro del caos, de la confusión. Y es esta historia, este discurso lo que le concede sentido al sin sentido de la vida. Es lo que hoy conocemos como un verdad narrativa, un discurso sobre el discurrir de una historia. Y es probablemente, estos mundos internos inexplorables, los que nos conducen a aquel iluminado templo llamado subjetividad.

Este terruño que vio nacer, hoy sigue bajo la sombra y el calor de hombres y mujeres que se entregan cada día como unos labriegos fehacientes y empedernidos para convertir la tierra en un espacio mucho más productivo y fértil. Pero no solo eso, sino que también en medio de la escasez parece existir la celebración de la vida, que luego se transforma en abundancia. Las manos tienen arrugas, no porque haya pasado el tiempo, sino porque son el reflejo de aquellos surcos grandes y eternos que se abren cual vientres afortunados para dar nueva vida.

En estos días la lluvia cae, a veces, benevolentemente, otras veces sin compasión. Los caminos se entrecruzan para prefigurar los encuentros de fraternidad. Las piedras que yacen en los caminos nos invitan a pensar en los cimientos de un trayecto que ha sido carcomido por el correr de las aguas. Cada vez que llueve, los caminos se encuentran cubiertos de agua. Dentro de estos espacios, aquellos hombres y mujeres siguen transmitiendo vivacidad y acogida como aquellas miradas de fuego que se entregan completamente en una esquina. Los saludos, las miradas se pierden en algún horizonte para convertirse en  encuentros profundos y sublimes. Los diminutivos son muy frecuentes, pero no como sinónimo de minimización de la personalidad, sino como una muestra de cariño y acogida hacia el otro. Es frecuente escuchar las palabras: hijito, mamita, tiita, tiito, etc. Estas palabras, sin duda, son el toldo de la mutua comprensión y el aprecio que nacen como una fruición de encuentros encontrados. Es aquí donde nace lo extraordinario, lo inusual.

Viví en este pueblo hasta los dieciséis años  y desde entonces, algunos de los acaeceres cotidianos han permanecido incólumes, pero otros se han transformado probablemente como fruto del encuentro con nuevas posibilidades y estilos de vida. La reminiscencia trae a las ventanas de mi memoria aquellos días en los íbamos a dormir muy temprano, a eso de las seis o siete de la noche. Hoy existe electricidad, la gente tiene televisores, otros aparatos eléctricos, entonces, duermen unas tres o cuatro horas más tarde. Hace unos años atrás no había celulares, hoy estos aparatos son comunes, entonces, la gente se comunica mucho más rápido, aunque esto no necesariamente signifique comunicación. La inmediatez de la vida hace que ésta sea mucho más corta. No intento hacer ninguno tipo de juicio de valor, simplemente, creo que son nuevos tiempos que necesitan nuevas estrategias y mecanismos para  afrontar una realidad que cambia violentamente. Creo que ninguna etapa es mejor que otra, probablemente, la calidad de estas radique en si las disfrutamos o no.

Algunas nuevas palabras también se han añadido al vocabulario de la gente: rpm, rpc, una recarga, contactos, marcar un número, cargador,  entre otras muchas que hoy se han convertido no solo en palabras, sino en un estilo de vida, conductas y comportamientos y probablemente maneras de pensar diferentes. Algunos se escandalizan, otros tratan de asimilar una realidad diferente, pero lo cierto es que vivimos en un nuevo momento, que quien sabe se transformará en otro momento porque todo evento en la historia de la vida siempre ha sido un instante. Hace unos días , una chica estaba caminando, sostenía con su mano derecha un celular cerca a su oído, algunos se percataron de eso y dijeron: qué barbaridad aquella gente hablando todo el día con el celular. Me impresionó mucho escuchar: hablando con el celular y no hablando por el celular o a través del celular. Es probablemente notorio que debajo de estas expresiones subyace el miedo a perder los vínculos con el otro. Tal vez hemos empezado a vincularnos desde otros vértices, pero si las circunstancias de la vida tienen que cambiar, que cambien. Somos testigos que incluso los discursos que por mucho tiempo sirvieron como paradigmas se han derrumbado, lo que significa que la verdad absoluta se ha evaporado. Ahora nos enfrentamos a las verdades, a los puntos de vista, ya que hemos pasado de ser objetos a sujetos. Es aquí donde empieza y nace aquella antorcha que nos guía en la oscuridad: subjetividad.

Este es mi pueblo, esta es mi patria. Sus cerros, sus eucaliptos, sus pastos, sus chacras juegan con el aire para crear una atmósfera fresca y rejuvenecedora. Hoy vi una sonrisa, escuché un llanto, hoy divisé la abundancia, la miseria y alrededor solo existe una carcajada.





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