APOCALIPSIS

Diferentes circunstancias que se ciernen vertiginosamente alrededor del hombre y que muchas de ellas producen caos y desorden parecen vislumbrar el final de un “mundo” acabado, sin perspectiva y sin la capacidad de recrearse.  Es aquí donde nacen las “monstruosidades” que nos insertan dentro del miedo, de la perplejidad y mentalmente vamos creando imágenes de un final  sin fin, muchas veces, aterradoras, paralizantes, mortíferas.
Probablemente, las razones sean razonables, ya que hoy en día nos vemos inmersos en un mundo con violencia, manifestada de diferentes maneras, un mundo con una desigualdad que nos deja atónitos, un mundo con desastres naturales casi irreparables, un mundo con guerras, con pandemias, con pobreza, un mundo donde la dignidad humana parece ser y no ser, un mundo donde los cambios lampedusinos ganan terreno. Nacen las preguntas ¿será el hombre una especie destinada a autodestruirse? ¿Qué significa el final de los tiempos? ¿Acaso la gente no tiene razón al decir que el fin del mundo está muy cerca? ¿Acaso todos los eventos antes mencionados no son suficientes para ver venir el final de los tiempos?

Podríamos pasarnos mucho tiempo discutiendo a qué nos referimos  con final de los tiempos, con fin del mundo, con autodestrucción, etc., pero no es el objetivo de estas líneas. No obstante, es pertinente entretejer algunas palabras sobre el caos y el sin sentido, ya que muchos eventos nos conducen a pensar que ya nada tiene sentido o que solo la nada tiene sentido o tal vez preguntarnos sobre el sentido de la nada. Muchos acontecimientos pueden llevarnos a plasmar un apocalipsis, el final de un trayecto que aún no ha sido culminado, el final de un mundo en evolución, el final de un mundo aún imperfecto. Probablemente, el pesimismo tenga razón de ser, pero de manera prematura me atrevo a decir que el apocalipsis no es un final,  sino un trayecto, una condición, un tiempo de esperanza, de optimismo, una luz en lo profundo de la oscuridad. El apocalipsis es un nuevo horizonte,  una mañana diáfana en medio de la desesperanza y desilusión. El apocalipsis no es otra cosa que conceder al hombre un espacio para recrearse, una oportunidad para metamorfosear sus circunstancias tanto internas como externas. Por eso en lo recóndito del ser humano se escuchará una voz “Resplandecía como piedra muy preciosa con el color del jaspe cristalino”. En definitiva, el apocalipsis es el vientre donde podemos volver a “nacer”.

Fénix!!!

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