SUEÑOS SOÑADOS

UNA MIRADA SIN OJOS

Los efluvios de mis ideas se fusionaban con el aire que gentilmente acariciaba la faz de la tierra. Era un momento de una armonía sin parangón, porque la melifluidad de un destino sempiterno se hospedaba en los altares de la jovialidad. Pero justo cuando este jardín de sueños y ensueños empieza a florecer, llega el sueño como un fantasma que se aprovecha de criaturas débiles e inconscientes y pone su mano helada sobre la noche oscura donde los ojos encienden sus luces para hollar la oscuridad.
No acostumbro a percibir el tiempo o a contar las horas y los años, sin embargo, por una cuestión de descripción tengo que decir que eran las once de la noche cuando el bullicio, la algarabía y la monotonía de la soledad iban cantando las últimas estrofas de sus cantos, a veces, benevolentes y otras veces, agresivos. Me encontraba pensando en mis pensamientos y en aquellas experiencias que a mis treinta años me han conducido a plasmar conclusiones atrevidas, pero significativas en mi vida, una de estas es que en el mundo solo percibimos representaciones de lo que realmente es. Por ejemplo, yo soy una manifestación accidental de lo sustancialmente invisible que vendría a ser la idea de Rolicidad. Esto me conduce a pensar que las representaciones forman parte de la subjetividad.  Esta última palabra se ha convertido en la bitácora de mis trayectos. Es cierto lo que murmuran algunos,  me fascina lo subjetivo.
Justo cuando estaba pensando en este abanico de posibilidades, mis ojos empezaban a cerrarse, no obstante, seguía divisando la realidad. Después de unos segundos, me había dormido. Algunos dicen que dormimos para descansar de nuestras actividades cotidianas, pero sin una sombra de duda digo que yo duermo para soñar y sueño para dormir. Dormía como cuando hace treinta años me cobijaba  bajo las sábanas del paraíso. Habían transcurrido unas ocho horas y entonces mi despertador sonó como lo hace cada día inútilmente, porque si no lo programaría ni siquiera me percataría de su existencia. Me desperté a eso de las siete de la mañana, la luz del sol penetraba por mi ventana tratando de iluminar mi habitación, pero esta ya estaba iluminada, porque había despertado y había empezado a pensar en la claridad del día. Tal vez, la noche y el día sean una creación mental que nos permiten percibir la ausencia de la luz o la presencia de la oscuridad. Porque sin ningún remordimiento podríamos llamar a la noche día y al día noche. Muchas veces, los días son muchos más oscuros que las noches y las noches mucho más diáfanas que los días. Bendita subjetividad. Había despertado, entonces, era necesario saber de qué había despertado. No he despertado de mis sueños, sino de un mundo que duerme sin soñar, mientras yo sueño y escribo con letras de oro mis sueños. Me encanta soñar, aquella noche había soñado algo extraño, insólito a simple vista, pero con una significación trascendental.
Mi sueño es simple y corto. Soñé que me encontraba sentado sobre una nube, pero muy diferente a la de skydrive, contemplando el mundo. Este era un lugar apacible, turbulento, benevolente pero también agresivo. La gente transita ciertas distancias pero no puede escapar de su mundo, salen de un punto y llegan al punto de partida. Las aves vuelan, porque creen que el mundo está demasiado sucio como para poner sus pies sobre él. No se puede distinguir a las mujeres de los hombres y viceversa. Divisé muchas cosas más a través de mi sueño, pero estas son las más relevantes. Continué contemplando el mundo, de pronto todo se paralizó para dar paso al movimiento. Trasladé mi mirada a un punto concreto para ver si todo estaba paralizado, pero no fue así: todo el mundo se besaba. En este preciso momento,  respiré profundamente y mis ojos cayeron como dos objetos atraídos por la fluidez del movimiento. Era una experiencia extraña, porque no tenía mis ojos, estaban rodando por el mundo, sin embargo, aún seguía percibiendo la realidad. En mi sueño me preguntaba cómo era posible que una persona divise cosas sin ojos. Al inicio no tenía una respuesta adecuada, pero de pronto recordé una cita bíblica que dice: tienen ojos pero no ven. Empecé a decodificar esta expresión porque quería saber cuál era el significado significante. Después de unas horas de especulación y reflexión dije en voz alta: los seres humanos no vemos con los ojos, sino con el cerebro.



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