MADRE, SOLO HAY UNA

Este domingo dicen que es un día para recordar a la madre y aprovecho esta oportunidad, aunque no comparto mucho aquel tipo de convencionalidades, para decir que el homenaje que la madre se merece es eterno. Es algo plausible recordar al menos por un instante a aquella heroína, a la más augusta de las funciones humanas, a aquel de sagradas obligaciones espirituales y materiales. Yo no sé si llamaré a mi madre para saludarle, pero si sé que ella vive en mi memoria más brillante que el sol del mediodía. No le voy a dar un regalo porque ella tiene el amor más incondicional que hasta hoy he conocido. Ella me hizo el regalo más sublime que puede haber en la tierra: traerme de la oscuridad a la luz. La madre es un poema.


LA SABIA CONSEJERA


He aquí mi poema
para el ser más querido de todas las generaciones,
para aquella heroína que es la madre
la que en la cuna nos llena de besos y canciones.

La madre es base esencial de la familia,
símbolo de unión y amor.
El amor de madre lo perdona todo.
Amor bondadoso y redentor.

Ella desempeña principal influencia
y es base inconmovible de la sociedad,
creadora de hombres y de naciones
por eso la más querida de toda la humanidad.

La madre es la sabia consejera,
el presente, la profecía del porvenir.
La más augusta de las funciones humanas,
la que no sabe fingir.

Las caricias de una madre
son como el sol que nos da su calor,
sus abrazos, sus besos
más que el perfume de una flor.

La mirada de una madre
es cristalina y pura.
Para una madre solo existe el bien.
La madre es una catedral de ternura.

Mi madre no sabe que el tiempo existe,
mi madre no tiene vacaciones.
Ella no piensa acerca de la muerte,
ella solo sabe que tiene sagradas obligaciones.

¡Oh madre! ¡Oh sublime amor!
tu presencia no es de este mundo.
Tú eres el espejo del más allá,
tú eres la melodía de un paraíso fecundo.

Los unos le  tributan su afecto
manifestándole su regocijo al divino creador.
Los otros elevan su oración
ante el añoso madero del Salvador.


Fénix

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